Un viaje a través del tiempo
Si uno entrecierra los ojos, puede imaginarse a Brujas en la era medieval, cuando era el centro del comercio textil. Aunque mucha de la arquitectura de la ciudad es una recreación de edificios más antiguos, la combinación de antigüedad y modernidad es casi perfecta. Si se eliminasen los autos y la luz eléctrica, podríamos estar en el siglo XV.
Continuamos hacia Markt, la plaza principal de Brujas. Presidida por el imponente campanario Belfort, una de las atracciones más famosas de Bélgica, la plaza Markt alberga una serie de recreaciones, construidas principalmente a finales del siglo XIX, de edificios medievales con tejados a dos aguas, todos sutilmente diferentes entre sí. Durante el día, la plaza es una mera atracción turística más, llena de cafés, puestos de gofres y souvenirs, pero cuando anochece alcanza todo su esplendor, asomándose ante nosotros bajo un turbio cielo.
Descenso a la oscuridad
Retomamos el camino hacia la plaza Burg, donde hacía unas horas nos habíamos retirado en busca en un café. Ahora está desierta. Nos detenemos ante la hermosa Basílica de la Santa Sangre, el santuario más sagrado de la ciudad y hogar de una ampolla que se dice contiene la sangre de Cristo. Entonces las luces de la plaza se apagan de repente a medianoche, y nos vemos sumidos en la oscuridad.
Nos dirigimos en busca de la comodidad de las luces callejeras y continuamos hacia el sur, tomando los canales centrales de la ciudad antes de poner rumbo al Astridpark y la espectacular Iglesia de la Magdalena.
Está refrescando, y es hora de dejarlo por esta noche. Ponemos rumbo al norte y recorremos de vuelta las calles angostas desiertas, pasando por las casas perfectamente cuidadas, los canales verde botella y los acogedores bares y restaurantes, con la esperanza de disfrutar de una noche de descanso. ¿Quién habría pensado que una visita nocturna a Brujas podría haber sido tan satisfactoria?