Necesito recobrar el aliento. Pero a 2.383 metros de altitud, el aire deja tus pulmones escasos de oxígeno. Está amaneciendo y debería continuar la marcha. Pero, a fin de cuentas, ¿para qué tanta prisa? Son las 6 de la mañana, no hay tráfico y acabo de hacer el trayecto en el auto de mi vida hasta la cima de los Alpes. Las cosas solo pueden ir cuesta abajo a partir de ahora.

En auto desde Múnich

Si usted es como yo, le encanta manejar. Y no hace falta ser un loco del volante para ponerse en marcha: a cualquier velocidad hay una sensación de libertad y de satisfacción, un momento de privacidad y de desconexión de todo lo que uno va dejando atrás. Y la magia de lo que nos espera por delante.

Comencé mi viaje en Múnich. Tres horas y media más tarde me encuentro cruzando la frontera suiza e iniciando el camino por un tramo de ruta que humedecerá mis ojos. El tipo de ruta que te hace detenerte, bajarte del auto y besar el asfalto. Una ruta al final de la cual decides dar la vuelta y disfrutarla otra vez.

Conduciendo por el Flüelapass

Bienvenido al Flüelapass. Lo reconocerá cuando lo haya encontrado. La ruta comienza en el paso a nivel en el borde de Davos, donde los característicos trenes rojos suizos recorren la pendiente soñolientamente. Las puertas rojas y blancas vetan el inicio de la escalada y, cuando se levantan para dar paso, aún no se tiene la menor idea de lo que aguarda en la montaña. La ruta sube y serpentea, desplegando alrededor una pantalla panorámica 3D —pese al parabrisas y las ventanillas— en un glorioso tecnicolor.

Barriendo curvas cerradas y bregando con súbitos cambios de dirección, esta ruta constituye un entrenamiento excelente para un auto. Es más: es un entrenamiento para el conductor. Es necesario mirar muy por delante y posicionar el auto en las esquinas para realizar una aproximación y una salida lo más suaves posible, calibrar sin titubeos las distancias de frenado y elegir una marcha que ayude al motor y al auto a adecuarse al ritmo de la ruta.

Respetar la ruta

Una ruta como esta exige respeto. Calma. Serenidad. No se deje dominar por los nervios, o aprenderá una buena lección. La calzada se enrosca sobre sí misma como una serpiente preparada para atacar. Algunas curvas cerradas son estrechas, otras anchas. Algunas tienen barrera de seguridad, otras no.

Al final del trayecto, me siento como si hubiera vivido una experiencia catártica. El Flüelapass nos ha dejado sin aliento por su belleza, pero también por sus curvas y desafíos. Sin embargo, al final de esta larga jornada, es hora de retirarse en busca de una fondue y un reconstituyente líquido.

Euforia alpina

Día siguiente a las 5 de la mañana. Circulamos de nuevo por el Flüelapass, pero esta vez hacia Italia y el legendario paso de Stelvio que sube hasta Bormio, a una altitud de 2.758 metros. Quemando ruedas a través del Parc Naziunal Svizzer —por el imponente y majestuoso Ofenpass—, el aire penetra por las ventanillas y llena tus pulmones con un agradable aroma de pino.

Pasamos la cumbre y atravesamos el bosque, donde montañas cubiertas de nieve se erigen en la distancia. No entre en el túnel que lleva a Livigno. Continúe hacia Val Müstair después del parque nacional, donde la carretera le dejará sin palabras. Suba por la montaña, hasta la cima de 2.505 metros y estará a un paso de la frontera con Italia.

Esté donde esté en el continente, nunca estará a más de un día en auto de los Alpes. La próxima vez, hágase un favor y planifique un desvío.

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