En el momento en que el primer auto pasa volando por delante de nosotros subiendo la montaña, queda claro que los tasmanos saben cómo hacer las cosas. Con sus faros cegadores, su motor sibilante, su escape chirriante y su chasis inclinándose hacia uno de los lados, el vehículo avanza por cada una de las curvas en zigzag cuesta arriba. Los aplausos y vítores de la multitud se funden con el chillido de los neumáticos a través de la rápida curva cerrada a la derecha. Esto es Targa, y Tasmania lo adora.

Fiesta de bienvenida

Tras completar la vuelta alrededor de la isla (con una distancia de tan solo 362 kilómetros de este a oeste y 305 de norte a sur), la recepción por parte de los lugareños es verdaderamente eufórica.

A través de centros urbanos y pequeños pueblos, a lo largo de montañas áridas y frondosas selvas, siguiendo la costa de un mar braco o de extensos lagos solitarios, el Targa saca lo mejor de los pilotos del rally... 

y también de nosotros mismos. Los seguimos por cada una de las etapas o, si nuestros ojos empañados nos lo permiten, les sacamos ventaja para guiarlos antes de que el terreno se deslice por los espectaculares paisajes de Tasmania. Y desde luego, la salida a las cuatro de la mañana no es algo perjudicial para la salud. Con un tráfico inexistente, recorrer las rutas de Tasmania despierta a uno mucho más que un café bien cargado.

Un poco de historia del rally

Para los espectadores, el encanto del Targa no reside únicamente en la variedad paisajística, la heroicidad de pilotos anónimos o el atractivo de algunos nombres famosos (como el antiguo piloto de rally Alister McRae) que intentan conseguir la corona. Reside también en los autos.

Los Ford Escort Mark II, los Porsche 911 RS 2.7 o los armoniosos Alfa GTV6 se pasean ante los ojos como una imagen caleidoscópica de los rallyes a lo largo de las décadas. El contraste con los terriblemente eficientes Subaru Impreza WRX STi y Mitsubishi Evo resulta patente. Y luego están algunas de las máquinas más alucinantes fabricadas hoy en día, como el Lamborghini Gallardo Superleggera o el Porsche 911 GT2.

¿Se animaría a intentarlo usted?

Algunas de las rutas serpentean por las montañas y otras penetran como flechas en las planicies doradas, mientras las rutas costeras se entremezclan con espectaculares paisajes que parecen sacados de una película. Sería de locos participar de verdad en el evento. Pero, si dejamos los impedimentos económicos aparte, ¿por qué no? El rally para novatos dulcifica la experiencia a los principiantes con una duración de tres días en lugar de cinco. O, si eso aún le parece mucho, existe una versión "Tour" en la que usted recorre las etapas en su auto privado, sin la presión de un cronómetro ni los costos de preparación de un auto especializado.

Pero si tampoco eso lo seduce lo suficiente, merece la pena enviar a casa una postal de la hermosa Tasmania con sus acogedores habitantes, de sus inolvidables paisajes y, por supuesto, de sus carreteras.

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