Praga es una ciudad medieval, y su maravilloso carácter serpentea graciosamente por las orillas este y oeste del río Moldava. Tiene encantadores puentes, hermosos edificios con fachadas dignas de una imagen de postal, una excelente cocina y una cerveza de fama mundial.

Pero su carácter medieval conlleva calles estrechas. Y también, calles empedradas que deben compartirse con tranvías. La calle puede bifurcarse en dos direcciones de un modo confuso tras pasar bajo un puente antiguo, continuar como vía pública pese a la aparición de unos escalones en lo que fue la carretera o, simple e inesperadamente, terminar de forma brusca en un callejón sin salida.

No es la ciudad en sí, sino el hecho de estar habituado a ciudades orientadas a la necesidad de ir con prisa de un lado a otro. De modo que es necesario aminorar el paso, cambiar el chip y disfrutar de Praga. La capital de la República Checa requiere una conducción tranquila: tomarse el tiempo necesario para sentir cada curva de sus calles, observar a la gente mientras hacen su vida cotidiana, e incluso oler el aire de la brisa nocturna mientras te desplazas apaciblemente por las calles con la ventanilla bajada.

Auto azul aparcado bajo un arco en una calle empedrada de Praga de noche

Vencer a la multitud

Inicio pues este recorrido nocturno al ritmo pretendido y me dirijo hacia el Puente de Carlos. De día, la entrada está llena de gente y, si decides tomar una foto, la imagen incluirá todo tipo de personajes variados, desde excursiones escolares hasta turistas de mediana edad. De noche, es todo nuestro. Dado que se trata de un monumento peatonal, estaciono y voy paseando por la torre para disfrutar del puente del sigo XV y de sus 31 estatuas y esculturas.

A continuación regreso por calles estrechas, bajo pasajes abovedados y por delante de pequeñas tiendas de artesanía y bares locales mientras me preparo para emprender rumbo hacia el castillo de Praga. En realidad es mucho más que una pequeña ciudad, y se ve a multitud de parejas paseando alrededor de los restaurantes, cafés y galerías, ahora vacíos.

Damos la vuelta colina abajo, atravesamos el puente de Manesuv y pasamos por el Rudolfinum —hogar de la famosa Orquesta Filarmónica— y por una serie de iconos de un tipo de cultura diferente: el hotel Four Seasons; Brioni; Boucheron. A continuación nos dirigimos a la ciudad antigua, donde comienza la diversión. Aquí podrá disfrutar perdiéndose, que es todo lo que podrá hacer. Hay dragones, calles con escalones, empedrados, calles de un solo sentido y callejones sin salida a montones. No recurra al navegador por satélite para escaparse, porque eso es hacer trampa.

Auto azul estacionado en una calle de Praga con un puente y el castillo al fondo, de noche

Ecos del pasado

Pasamos por el imponente Teatro Nacional neorrenacentista, con sus estatuas doradas enclavadas en la parte superior, y por su vecino el ultramoderno Nuevo Escenario, que parece como hecho de papel de aluminio. En el siguiente puente giramos hacia el este, donde la arquitectura tradicional de la ciudad ofrece aún más variedad al visitante. El "edificio aplastado", como yo lo llamo, se conoce popularmente como la Casa Danzante, y era enormemente admirado por el presidente Václav Havel, un anterior dirigente de la República Checa que vivía en las inmediaciones.

En el corazón de la ciudad, el enorme Museo Nacional parece contemplar con serenidad la vida cotidiana. Conducimos despacio alrededor de un largo bulevar empinado y luego por una plaza hasta llegar al histórico Grand Hotel Europa de estilo art nouveau. Después dejamos la plaza en la que los checos se han reunido siempre en los momentos señalados: la constitución de Checoslovaquia en 1918; la manifestación contra la ocupación alemana en 1939; el ascenso del comunismo en 1948; el alzamiento de la Primavera de Praga que los tanques soviéticos reprimieron en 1968; y la Revolución de Terciopelo de 1989 originada por el fin del comunismo.

De vuelta al río y cruzando el puente Legii, nos detenemos ante los escalones iluminados del Parque Petrin cerca de donde comenzamos, y contemplamos las obras de arte erigidas en memoria de las víctimas del comunismo. Aún nos queda una última oportunidad de disfrutar de los empedrados.

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