Acceder a la ruta Lysebotn no resulta una tarea muy sencilla. Se encuentra en una parte de Noruega tan alejada de la civilización, que hasta 1984 no fue posible abrir una ruta de acceso.

Mitología nórdica

Aunque habíamos oído rumores de que la ruta existía, la realidad es que pocas personas han conducido los 25,5 kilómetros que se enroscan como una serpiente por las montañas y rocas que conforman el agreste terreno del suroeste de Noruega. Pero pudimos confirmar que los rumores eran ciertos: la ruta Lysebotn es tal cual la habíamos imaginado.

De modo que nos detenemos en la barrera del Eurotúnel, convirtiéndonos en el primer auto de la fila preparado para la primera travesía del día. Pese a que aún no ha salido el sol, no disponemos de tiempo para descansar si queremos llegar a Hirtshals, al norte de Dinamarca, a tiempo para tomar un crucero nocturno hacia Kristiansand, al sur de Noruega.

Finalmente llegamos a nuestra base, el Høyfjellshotell, en Fidjeland, con la ruta Lysebotn a tan solo 5km de distancia.

El hotel está tan bien preparado para aventuras de verano como lo está para la temporada de esquí de invierno. Nuestros objetivos son bastante menos ambiciosos, pero no menos excitantes: disfrutar de la emoción de conducir por una de las rutas más espectaculares del mundo.

Carretera en zigzag en un hermoso paisaje natural

Aislamiento extremo

Una señal de dirección amarilla actúa como una señal de emergencia para aquellos que han peregrinado hasta esta parte del mundo: Lysebotn. Aquí comienza la ruta, construida para dar servicio a la central eléctrica de Tjodan. El cominezo de la vida para la ciudad de Lysebotn, que anteriormente dependía de los viajes en barco para alcanzar la civilización al final del Lysefjord. El inicio de lo que hemos venido a explorar.

El ascenso hacia la cima comienza suavemente con la carretera arqueándose a través de frondosos bosques, y todo a nuestro alrededor se aprecia el intenso contraste entre los árboles de hoja perenne y las hojas amarillas, que brillan en un aire húmedo y frío. El sonido de un guardaganado bajo las ruedas nos alerta de un cambio: la pendiente de ascenso se hace más aguda y el paisaje nos asedia por fuera de las ventanillas, con sombras que bailan sobre el capó y paredes de roca que se erigen como torres en lo alto.

Con el espacio justo para atravesarlas en auto. La carretera Lysebotn pone a prueba al hombre y a la máquina, estrechándose por momentos antes de ascender a una serie de mesetas donde se extiende hasta donde la vista puede alcanzar, con ligeras curvas esparcidas entre ráfagas de tramos rectos. Los peñascos, arrastrados aquí en una prehistórica era glaciar, se amontonan en las márgenes de la carretera acumulando musgo y brezo con un brillo plateado que les aporta el aspecto de un paisaje alienígena rebosante de mercurio.

En otoño, los autos que se ven por aquí pueden contarse con los dedos de una mano. Sin embargo, y como siempre, conduzca con prudencia para encarar la siguiente curva de la ruta, posicionando el auto para obtener la máxima visibilidad, y abriendo la línea de visión para salir airoso de las curvas.

Auto rojo en una carretera junto al río

Romper el silencio

Tras salir de la última curva cerrada, la carretera Lysebotn ofrece su siguiente sorpresa: un túnel de 1,1km que atraviesa el pie de la montaña a lo largo de un tramo que gira 180º. El motor y el caño de escape lo inundan con un peculiar sonido envolvente, pero justo cuando nuestro ojos y oídos se adaptan a esta nueva experiencia en la oscuridad, la luz del día aparece y nos vemos abocados al suelo del valle y a la somnolienta aldea de Lysebotn.

Nos acercamos hacia el embarcadero y trazamos nuestra ruta de bajada, con la convicción de haber realizado un viaje por carretera irrepetible. El paisaje que la carretera Lysebotn ofrece es totalmente fuera de lo común, y el visitante no podrá apreciarlo a menos que venga aquí y se sumerja en él.

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